La Orden de Montesa

 El secreto de la Misericordia
principio del capítulo VIII

Barcelona; 22 de julio de 1319

Habían esperado mucho tiempo, siete años para ser exactos. Tuvieron que esperar primero la muerte de ClementeV, aunque ésta no tardó mucho en suceder. Luego varios impedimentos hicieron que se alargase la espera. pero por fin había nacido de las cenizas que quedaban de los caballeros del Temple en Valencia una nueva Orden, la de Montesa.
La ceremonia era presidida por el Obispo de Barcelona en la capilla del palacio de éste. Tras la misa el abad de Santes Creus nombró, en nombre de su santidad el Papa Juan XXII, a frey Guillermo de Eril primer Maestre de la nueva Orden, quien entregó el habito de la Orden a ocho caballeros, todos ellos habían pertenecido con anterioridad a la extinta Orden del Temple. En realidad todo aquello había sido un montaje urdido por JaimeII y el propio Guillermo de Eril.
Cuando el Papa ClementeV  extinguió la Orden de los Templarios en 1312, el rey JaimeII consintió la disolución de la Orden pues no tenía ninguna intención de enemistarse con el Papado. Aun así, se negó a entregar las propiedades que el Temple tenía en el reino de Valencia a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén. Propuso que la heredera de tales bienes fuera una nueva Orden que fuera valenciana. El fin era que los pocos Templarios que se habían escondido en el reino de Aragón y pedido asilo al rey JaimeII pudieran volver a fundar una nueva Orden. En total eran nueve caballeros, Guillermo de Eril y ocho más, los mismos que habían recibido los hábitos de la nueva Orden de manos de éste.
Tras la ceremonia, el de Eril y JaimeII se miraron complacidos; lo habían conseguido.
JaimeII aun recordaba cuando el caballero Vidal de Vilanova llegó a palacio con la bula "Pia Mater Ecclesia" escrita el 10 de julio de 1317.

Guillermo de Eril se hallaba con los otros ocho caballeros de la Orden de Montesa. Todos ellos habían pertenecido a la extinta Orden del Temple.
-Por fin lo logramos -dijo uno de los caballeros.
-Así es -sentenció Guillermo de Eril-. Ahora nuestra prioridad es encontrar aquello que algunos de los nuestros escondieron para evitar que ClementeV se hiciera con ello.
Todos asintieron.
-Somos nueve caballeros contándome a mí -dijo el Maestre-. Siempre debemos ser nueve los que conozcamos el secreto.
-¿Por qué nueve?
-Porque así evitaremos que nadie fuera de estos muros conozca su existencia. Por supuesto, en caso de que yo falleciera antes de encontrar el secreto, el que me sucediera tendría que conocer el secreto; por lo que tendría que ser alguien de absoluta confianza. Así como vuestros sucesores.