El Cerraja (el ladrón)

El secreto de la Misericordia
principio del capítulo VI 

En mitad de la Avenida Libertad, en pleno centro de Vinaròs, se encontraba en los bajos de un edificio un pequeño bar. Al lado de la puerta un tipo jugaba como un poseso a las máquinas tragaperras, dando paso a la barra, pasada ésta se encontraban unas mesas cuadradas. En la pared del fondo colgaba una gran pantalla. Apoyado en la larga barra, se tomaba su tercera cerveza un hombre con aspecto de vagabundo, por su más que delgado cuerpo, su espesa barba y su pelo despeinado; se llamaba Camilo, pero los que le conocían bien le apodaban el Cerraja, por su habilidad para abrir todo tipo de cerraduras sin el menor esfuerzo y sin que se notara que las puertas habían sido forzadas, para robar en las viviendas en las que entraba; puesto que a eso se dedicaba, a desvalijar pisos.
El cerraja contemplaba las fotocopias de unos papeles que parecían ser bastante viejos, hablaban de un tal duc de Vendôme y de una orden religioso-militar llamada de Montesa y de la Virgen de la Misericordia, así como de una extraña hermandad. Cuando se los robo a aquel cura aquella misma mañana, sabía que se trataba de algo realmente valioso, pero no podía imaginar hasta que punto; así que antes de entregarlos al hombre que le había pedido el favor de conseguir esos documentos, había decidido fotocopiarlos para su propio uso. Se terminó la cerveza, dejó el botellín en la barra, se rascó bruscamente la entrepierna y se dirigió hacia la máquina de tabaco mientras le pedía a la chica de la barra que le sirviera otra cerveza.